domingo, 19 de septiembre de 2010

Y así fue como Hugo le prometió un mundo bonito a Allie.

Si las miradas hablasen, la suya gritaría las ganas que tenía en ese momento de besarle con dulzura, de comerla poquito a poco y dejarle un camino de mordiscos a lo largo de su cuerpo. Quería tratarla como lo que era, una pequeña princesita en su mundo de azúcar y color de rosa. Habían conversado muchas veces con los ojos, que son las mejores conversaciones, con las que más dices. Pero de palabra no habían hablado casi, y las pocas palabras que ella le había dicho, habían sido suficientes como para que significaran algo.

Él se dedicaba a mirarla de reojo, cada día con menos miedo a que ella le descubriera, ardiente de deseo de que ella le mirase del mismo modo. Cuando de repente, una pareja entró discutiendo al metro diciendo palabras malsonantes. Él cogió confianza de repente y le tapó los oidos hasta que ellos dejaron de hablar y el chico, mosqueado, se cambió de asiento colocándose a una distancia considerable de su pareja o más bien, expareja. Al destaparle los oidos, ella le miró.

-¿Por qué has hecho eso?
- Es bueno que aprendas palabras que desconoces, pero prefiero que conozcas palabras bonitas.

Ella se quedó pensando, dudando sobre decir lo que pensaba o no.

- El mundo es malo, tendré que aprender de todo, ¿no?
- Mientras esté yo aquí haré que tu mundo siga siendo bueno.

Entonces ella notó que un volcán explotaba en su interior.

1 comentario:

  1. Conversar con los ojos. ¿Hay algo más auténtico? Obviamente no.

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