domingo, 19 de septiembre de 2010

Y así fue como Hugo le prometió un mundo bonito a Allie.

Si las miradas hablasen, la suya gritaría las ganas que tenía en ese momento de besarle con dulzura, de comerla poquito a poco y dejarle un camino de mordiscos a lo largo de su cuerpo. Quería tratarla como lo que era, una pequeña princesita en su mundo de azúcar y color de rosa. Habían conversado muchas veces con los ojos, que son las mejores conversaciones, con las que más dices. Pero de palabra no habían hablado casi, y las pocas palabras que ella le había dicho, habían sido suficientes como para que significaran algo.

Él se dedicaba a mirarla de reojo, cada día con menos miedo a que ella le descubriera, ardiente de deseo de que ella le mirase del mismo modo. Cuando de repente, una pareja entró discutiendo al metro diciendo palabras malsonantes. Él cogió confianza de repente y le tapó los oidos hasta que ellos dejaron de hablar y el chico, mosqueado, se cambió de asiento colocándose a una distancia considerable de su pareja o más bien, expareja. Al destaparle los oidos, ella le miró.

-¿Por qué has hecho eso?
- Es bueno que aprendas palabras que desconoces, pero prefiero que conozcas palabras bonitas.

Ella se quedó pensando, dudando sobre decir lo que pensaba o no.

- El mundo es malo, tendré que aprender de todo, ¿no?
- Mientras esté yo aquí haré que tu mundo siga siendo bueno.

Entonces ella notó que un volcán explotaba en su interior.

sábado, 19 de junio de 2010

El corazón de Hugo está triste

Él corría para coger el metro. Esperaba encontrar a su hada. Como él esperaba, perdió su trabajo. Pero a pesar de eso, el día se volvió blanco cuando vio a aquella chiquilla, porque se le iluminó el alma, se le hizo grande el corazón y éste pidió a gritos que le llenaran con su aroma.
Después de correr a encontrarse con la pequeña que le había prohibido dormir esta noche, se introdujo en el tubo transportador y la sonrisa se le calló al suelo, ella no estaba,hoy le costaría más todavía dormir y su corazón lloró haciéndose chiquitito.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Yoghurt con sabor amargo

Lo nuestro fue como un yoghurt. Nos queríamos, o por lo menos yo te quería a tí. Me gustaban tus calcetines de rayas y colores, tus interrupciones en medio de mis relatos, tus locuras y formas de decirme que me querías. Me gustaba, incluso, cuando te enfadabas, ya que despues de los periodos de enfado y guerra venían los de tranquilidad y perdón. Disfrutábamos de cada cucharada de yoghurt que nos metíamos en la boca. Saboreábamos la suave textura. Olíamos el aroma de fresa, solo de fresa. Adorábamos endulzar los yoghures naturales con un poco de azúcar y cariño. Pero por muy DANONE que sea y mucha apariencia de PARA SIEMPRE que tenga... todos los yoghures tienen fecha de caducidad y cuando esto pasa primero te arrepientes de no habertelo comidio antes, pero luego lo tiras a la basura y vas al super de la esquina a comprar otro yoghurt.Esta vez, puede, que incluso sea de frutas del bosque

Y ella no sabía que su principe verde estaba cerca

-¡Mira! Se está haciendo de día
- ¿Y?
- Pues que la luna se ha escondido...
- ¿Y?
- Pues que ha salido el sol...
- ¿Y?
- Pues que los pajaritos pían a estas horas...
- ¿Y qué?
- Que los niños pequeños van contentos al colegio y los grandes se quejan de camino al instituto...`
- Sí...¿y qué pasa?
- Pero bueno... ¿Qué te pasa a tí?
- A mí me pasa que me da lo mismo lo que pase... que ya no me creo que porque salga el sol será un día nuevo porque siempre es lo mismo. Que estoy cansada de esperar el día que pase lo que tanto he esperado y que venga ese principe azul que algunos dicen que es para mi porque ¿sabes qué? empiezo a creer que no existe.
-También hay principes verdes

lunes, 10 de mayo de 2010

La sonrisa de un hada

Llegaba tarde. No. Llegaba muy tarde. ¡Mierda! Encima el metro iba pisando huevos.

Decidido, abrió el periódico por la sección de "Trabajos". Sabía que esa reunión era importante para su carrera y que si no llegaba a tiempo, sería despedido. Iba haciendo uso de su típico subrayador amarillo rodeándo todos los oficios posibles cuando se dio cuenta de la pequeña hada rubia que tenía a su lado.

Siempre que se había sentado al lado de alguien que iba leyendo se había encontrado justo con eso, con gente leyendo, pero esa hadita era especial. Tenía un diccionario de la R.A.E y con un bolígrafo rosa de purpurina y olor a fresa iba haciendo marcas en algunas palabras.

-Perdona mi indiscrepción pero, ¿Qué haces?

-Les hago marca a todas las palabras que no conozco.

Y su mundo se iluminó cuando le sonrió, le daba lo mismo el trabajo, el número de primaveras y el olor a sudor que rondaba en el ambiente, porque él iba feliz al lado del hada de olor a fresa.

Dudas existenciales

Habían pasado muchos minutos desde que su primera lágrima salió y no tan pocos desde que su última lo hizo. Ángel no sabía la razón del descanso de sus sollozos pero en realidad no le importaba mucho, sólo tenía importancia que el llanto había cesado por fín. Seguían en la escalera de la parte de atrás del garito. "Un escenario típico de películas románticas" pensó él.
Ella, por otro lado, estaba pensando en una duda existencial, una de esas preguntas que parecen retóricas ya que no encuentras la respuesta y parece que nunca serías capaz de descubrirla, pero a ella no le gustaban las cosas imposibles. Así que mirando la mandíbula de barba de tres días de su amigo se atrevió a preguntar:
-Tú cuando besas... ¿los besos pinchan?
A él le costó varios minutos encontrar la respuesta y moviendo la cabeza de derecha a izquierda, contestó.
-Nunca me he besado a mí mismo.
-Entonces yo te ayudo a resolver tu duda.
Así fue cómo Natalia descubrió que los besos de Ángel no pinchaban, si no que daban caricias acompañadas de cosquillitas.

sábado, 8 de mayo de 2010

El sonido que más odiaba de todos

Después de dos horas buscándo, ella acudió a él para que le ayudase a encontrar a su novio. Ángel sabía perfectamente qué estaba haciendo aquel cabrón así que se dedicó a marear la perdiz y a intentar que ella no le encontrase con las manos en la masa. Se sentía como una mierda. No entendía cómo alguien le podría hacer esto a ella. Ella, que tenía esos rizos tan rubios. ella, que tenía esos ojos tan marrones pero tan brillantes. Ella, que tenía esos labios tan carnosos que daban ganas de morderlos. Ella, hoy iba vestida de azul, su color preferido. Ella iba corriendo para encontrar a su novio. Llevaba unas copas de más y se le había antojado un beso suyo, hasta que por suerte o por desgracia vio que su novio compartía su mismo antojo, pero con otra mujer. Ángel tuvo que agarrarla de la cintura porque notaba como ella perdía el equilibrio.

Él escuchaba el motor de los coches, la música del garito del que habían salido, las risas de la gente de dentro, podía escuchar incluso, los besos que el gilipollas le daba a esa peliroja con silicona de más, pero sobre todo y lo que más escuchaba era a ella llorar. El sonido que más odiaba de todos.

Nueva temporada

Ese día se había propuesto no llorar, no quería que su compañera de piso le dejase la comida tras la puerta por si interrumpía alguno de sus sofocones. Ese día había decidido ser feliz. Con una sonrisa se acercó a la habitación de su amiga.
-¿Te vienes a comprar?
-¿Qué necesitas, Allie?
-Una nueva camiseta color esperanza con unos pantalones con estampados de libertad a juego y unos zapatos de unos 10 centímetros de tacón con una pizca de alegría.
Hoy, iba a comerse el mundo y cambiarse de ropa.
Hoy, iba a olvidarle.